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Cuidado
con las bicicletas
Por Santiago Alcobé
Astrofísico
Cartas enviadas a
El Periódico de Catalunya - y
evidentemente no publicadas – a raíz del artículo de Ramón de España titulado
“Cuidado con las bicicletas” en junio de 2005.
Muchas gracias Sr. de España
Señor Ramón de España:
Gracias por su artículo "Cuidado con las
bicicletas".
Hace años que escribo en mi blog
notas en el mismo sentido. Y hace años que esperaba leer un artículo en la
prensa que denunciara ese hecho.
Podrán insultarle, descalificarle o vilipendiarle a
usted pero nadie podrá rebatir lo que no es una opinión sino datos objetivos
que cualquier ciclista urbano de Barcelona puede certificar simplemente
bajándose diez minutos de su bicicleta.
Hasta ahora pensaba que no había ninguno, pero ahora
sé que en Barcelona existe al menos un periodista, en activo, que utiliza
habitualmente el transporte público.
Atentamente,
*****
Debate de trincheras
Señor Ramón de España:
Ante la falta de argumentos para rebatir lo que es
obvio, las cartas de réplica a su artículo "Cuidado con las
bicicletas" están siguiendo dos de las tres líneas habituales del debate
de trincheras de la clase política española. Una de las líneas, descalificar a
quien opina, la cerró usted con el artículo. Así que sólo quedan las otras dos:
"los demás, peor" y "quien no está
conmigo está contra mí". En resumen Sr. de España, si le molesta que las bicicletas
hagan eslalon en sus narices mientras pasea por la acera, se jode (con perdón)
y además es usted un anticiclista, un insolidario y un compañero de viaje de Sadam Hussein.
Atentamente,
*****
La ciudad sin peatones
Señor Ramón de España:
Hoy en El Periódico tenemos una carta de alguien que
por lo menos es sincero y dice lo que piensa respecto de su artículo
"Cuidado con las bicicletas".
Como no podía ser de otro modo, no niega nada de lo
que usted dice pero afirma que así es como tiene que ser. El problema es que lo
que sobran son los peatones. Ahora ya lo sabe Sr. de España, una ciudad más
humana y sostenible es aquella en la que no hay peatones.
Hace tiempo que escribí en mi blog
-medio en serio medio en broma- que el verdadero motivo del Ayuntamiento
para promocionar la bicicleta era erradicar los peatones.
No porque le molestaran como a quien escribe
la carta, sino porque -al contrario que éste- el Ayuntamiento sí sabe que
peatón y usuario de transporte público es lo mismo. Ya sabemos lo deficitario
que es y siempre será el transporte público. Y si alguien se hubiera
molestado en contarlo, se habría dado cuenta de que la bicicleta no elimina
coches sino usuarios de transporte público.
Por eso en mi blog escribí
hace varios años la definición:
Medio de transporte más antiecológico: Paradójicamente, la bicicleta. Además de ser un
medio de transporte privado y fomentar la cultura de transporte individual, al
invadir el escaso espacio vital del peatón, obliga a los usuarios del
transporte público a utilizar el coche.
Atentamente,
*****
Otra vez la ley del más fuerte
Señor Ramón de España:
Al destapar usted la caja de los truenos con el
artículo “Cuidado con las bicicletas” poniendo en duda la Verdad Absoluta de
que los ciclistas urbanos –por el mero hecho de serlo- son mejores ciudadanos
que los demás, algunas personas han aprovechado para manifestar en su diario lo
que piensa mucha gente aunque acostumbran a ignorar los medios de comunicación.
También otras personas se han manifestado en contra de lo que usted dijo, no
negando la evidencia pero sí echando la culpa a otros o reclamando a los
peatones su derecho a circular por las aceras.
Supongo que la línea editorial de El Periódico de Catalunya ha buscado ser conciliadora y ha pedido a un
periodista un artículo neutral. Para eso ha tenido que elegir a alguien que,
por su forma de expresarse, se delata como no usuario habitual del transporte
público en Barcelona. Además se delata como un mal estudiante de Matemáticas al
hacer comparaciones estadísticas carentes de sentido. Pero intenta ser
conciliador, que supongo que es lo que buscaba.
Señor de España, la conclusión es evidente: Las aceras
de Barcelona ya no son de los peatones en exclusiva. Eso se acabó. Y nunca lo volverán
a ser. Del mismo modo que hemos asumido que los niños ya no pueden ponerse a
jugar a pelota en la calle como hacíamos nosotros de pequeños, debemos asumir
que las calles son lugares para transitar, no para detenerse a charlar ni para
contemplar las golondrinas que han llegado en primavera. Todos viajamos en un
medio de transporte, llámesele zapatos o camión.
Sinceramente, no creo que la situación vuelva a ser
como antes. Esta guerra ya se ha librado y, como siempre a lo largo de la
Historia, esta vez también han ganado los más fuertes. Ningún invasor renuncia
al territorio conquistado, ¡que se lo pregunten a algún pueblo de Oriente
Medio! Y siguiendo con este símil, como a ese mismo pueblo, a los usuarios
habituales del transporte público de Barcelona sólo nos quedan tres
alternativas: La barbarie que perjudica a todos y no lleva a ninguna parte,
aceptar la paz que nos ofrece el vencedor y compartir nuestro antiguo
territorio - ahora conquistado - de acuerdo con sus normas o, finalmente, irnos
al exilio del transporte privado. Personalmente estoy decidiéndome por la
tercera.
Atentamente,
*****
El peor pecado de los
ciclistas
Señor Ramón de España:
Siguiendo con el debate
generado por su artículo "Cuidado con las bicicletas" hoy aparece en
El Periódico de Catalunya un artículo que pide un
poco de asfalto para los ciclistas urbanos. Yo estoy totalmente de acuerdo. Por
mí que se lo den todo a excepción del carril bus. Pero eso sí, sólo el
asfalto.
Parece que los antipeatones (o anti-transporte-público,
que no se han dado cuenta de que es lo mismo) creen que queremos echar a los
ciclistas de la ciudad y no, no es eso. Lo único que queremos son las
aceras.
Sin embargo Sr. de España,
sobre lo que más me ha hecho reflexionar el artículo de hoy es que,
efectivamente, antes de que desaparecieran las aceras de Barcelona para
convertirse en carriles bici sin normativa, yo de lo que me quejaba era de los
coches aparcados en los pasos de peatones o en las aceras, o de que no se
detuvieran cuando les tocaba ceder el paso a los peatones o de que se saltaran
los semáforos en rojo. Pero ahora, entre coche incívico y coche incívico me
cruzo con más de dos ciclistas incívicos.
Y creo que ese es el peor
pecado que han cometido los ciclistas urbanos de Barcelona: Con su actitud, han
dado a los automovilistas empedernidos ocasión de justificarse. Ahora tienen a
su lado un colectivo igual de incívico que ellos. Y tal vez igual de
incívicos que los peatones, con la diferencia de que estos, en su incivismo, siempre llevan las de perder.
Atentamente,