El botellón. Otro invento inglés importado por catalanes.

(30.3.2006)

Por Santiago Alcobé

Astrofísico

Lunes 13 a jueves 16 de marzo de 2006.

Los medios de comunicación anuncian de forma repetida una noticia que – liberada de eufemismos – puede resumirse así: El próximo viernes 17 de marzo la policía antidisturbios estará en la Rambla del Raval de Barcelona esperando con porras y pelotas de goma a todos aquellos aficionados al botellón que se atrevan a desafiarlos.

Viernes 17 de marzo de 2006.

En la Rambla del Raval de Barcelona sucede lo que el sentido común dice que iba a suceder.

Días después, un Formador del Espíritu Nacional afirma solemnemente: “El botellón no es catalán”. Nada más lejos de la realidad.

A mediados de los años noventa del siglo XX, un joven catalán, Pau, decide trasladarse a Madrid para estudiar Ingeniería Superior Aeronáutica, especialidad no existente en las universidades catalanas. Tras un primer año superado con excelentes calificaciones, el mes de julio siguiente se desplaza a una localidad de las afueras de Londres para perfeccionar su conocimiento de la lengua inglesa.

Descubre en ese momento que los jóvenes ingleses, hartos de tener que pagar cinco libras por una pinta de Guinness, han aprendido la costumbre de comprarse la cerveza en el supermercado y bebérsela tranquilamente en lugares públicos. Se trata de un verano seco y caluroso por lo que permanecer a la intemperie resulta un hecho gratificante. Para acompañar la vida social, algunos de ellos vienen provistos de equipos de música portátiles. El urbanismo distribuido de la localidad proporciona espacios libres de vecindario que puedan molestarse por el exceso de volumen de sus “loros” o la elevación de su tono de voz a medida que las latas de cerveza se van vaciando. Acabada la tertulia y la bebida, los jóvenes recogen los envases y los tiran a uno de los innumerables contenedores que hay por el lugar. Cuando algún colega ha bebido más de la cuenta y comienza a estropear la fiesta, alguien se encarga de llevarlo a casa y permitir que los demás puedan continuar.

Los jóvenes ingleses utilizan el término outdoor drink – que ellos abrevian out-drink – para referirse a que “esta noche las Guinness las compramos en el súper”.

Terminado su aprendizaje de Inglés, el joven Pau regresa a Barcelona. Ese mes de agosto, en la población de la costa donde sus padres tienen su segunda residencia, invita a sus amigos que casi no ha visto en todo el año a que imiten a los jóvenes ingleses en el out-drink. A sus amigos les encanta. Sólo tienen que alejarse un poco de las zonas masificadas del pueblo para beber barato y divertirse. Con el paso de los días, otros grupos de jóvenes se les unen para agrandar la fiesta.

Llega el mes de septiembre y Pau regresa a Madrid a volcarse en sus estudios de Ingeniería. Este septiembre en la meseta está siendo también muy caluroso así que Pau contagia a sus compañeros de estudios madrileños a repetir lo que los ingleses. La primera reacción de sus colegas es "estos catalanes, con tal de ahorrarse un duro ...". Pero enseguida comienzan a encontrar que es una buena idea. Ese año el verano se alarga hasta casi empalmar con el invierno. No ha habido prácticamente otoño.

A medida que avanza el curso y crece la materia que toca estudiar, Pau deja de salir por las noches y se concentra en sus estudios. Otros de sus compañeros no son tan disciplinados. La costumbre de salir a beber en la vía pública se extiende. Las buenas costumbres cívicas de Pau y sus colegas se pierden en algunas ocasiones. En algún momento, alguien se cansa de llamar out-drink a esa forma de divertirse y lo bautiza como botellón. Desde Madrid se extiende por toda España y tiempo después regresa a Barcelona con su castizo nombre.

El resto es historia conocida.

Una vez más los catalanes podemos afirmar que somos pioneros en el Estado Espanyol en esta fórmula de ocio. Aunque la hayamos copiado de los ingleses, hemos sido nosotros quienes la hemos traído a la península.

Al fenómeno del out-drink – que ése es su verdadero nombre – se habrán incorporado personajes gamberros e incívicos, pero bien entendido, es otro signo de la modernidad, tolerancia y solidaridad que siempre nos ha caracterizado a los catalanes.

A Pau lo conocí estudiando Alemán poco antes de que tuviera que irse a Madrid a estudiar la carrera de sus sueños. Nos encontramos hace unos meses casualmente y me explicó su historia. Terminó hace tiempo su carrera de ingeniero. Se ha establecido fuera de Catalunya, donde pudo encontrar ofertas de trabajo adecuadas a su formación. Ya no tiene edad para practicar el out-drink pero, en su anonimato, sabe que ha traído una nueva forma de divertirse a la juventud española.

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